martes, 7 de julio de 2009

A merced

Si se te ocurriera otra vez
ser el ave
que mi jardín desgarrara;

Juro por lo más infinito
que hay en nuestros cuerpos
y que se llama alma,

que si el alba se viste de rojo
es porque esta tierra
me verá vivamente rendida
a merced de las calles desoladas
y las olvidadas plazas,
de las frutas maduras de los mercados
en abril y agosto,
y los cafés de las clases casi altas.

Como un minutero que marcha y nunca se agota
porque sabe en el fondo
que en realidad no vale nada.

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