Corren las líneas de tus palmas
hacia las mías:
aún no recuerdo cómo se llama
este estertor de lágrimas y fuego que provocas
cuando caminas a la par
de la inmensidad de mi galaxia.
Envenéname mi mar
y luego,
haz que germine de mi boca
el antídoto
para no sufrir de estar sin tí
más nunca
porque al fin he sido tu amalgama...
Y todo lo habrás resuelto
entre tus flamas
y tu rasposa voz.
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