Derramé humo negro condensado
brotando como lamento gitano
de estos veraniegos y solitarios labios.
Y al tocar tu efigie
mis dedos me preguntaron
para qué la astilla,
para qué estas raídas manos.
Todo se vuelve necio, nada,
imperfecto a perpetuidad:
tan seco, tan frágil, tan inútil,
tan de verdad.
sábado, 25 de julio de 2009
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