Niño (mío):
no recordemos nuestras caras
ni las luces que pintan nuestras manos;
Antes bien, dispongamos
de nuestro tiempo atrás y por siempre
para colocar este plano santo,
depositario de todos los floridos campos
vertidos en cada verso
que te he escrito
a lo largo del silencio.
Y en medio de un cielo
que compite con la inmensidad
de tus ojos miel y pequeños.
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