Ocurre que a veces siento
que al conducir soy el asfalto mismo
la fricción del tiempo
su orgullo doblegado a la eternidad.
Y luego despierto.
Me veo en el retrovisor
y no acepto
cómo fue que pasaron tantos días
y en qué momento
perdí las palabras justas
para decir lo que mi cuerpo ansiaba
lo que mis sueños revelaban
lo que era importante para mí en realidad.
México me parece igual que siempre
como una tarde de centro histórico
a eso de las diez a las tres.
Estas almas y esos labios me saben lo mismo
que tantos años después.
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