Por la música del helio y la fiesta del sol
cada mañana de mayo.
Por el cantar de los zapatos bajo la lluvia
y el trayecto justiciero de las estrellas
(lo que es arriba, es abajo).
Por las lunas y la escafandra que compraré
otro día de septiembre.
Por el silencio primigenio
esperando por una palabra nueva.
Por el misterio que aguarda, maravilloso,
en cada cuento leído,
en cada trazo ficticio que está por venir.
Por las canciones en el viento
en el agua, en los niños, en el desierto.
Por el granate del fuego,
y los diamantes de las lágrimas
refulgiendo la fuerza contenida en ellas.
Por la sinfonía del tiempo humano,
réplica de la música de los astros.
Por las fotografías, beso intacto de los años.
Por el aroma de los enamorados,
el temple de los amigos
y el tornasol del amor,
prisma de rayos infinitos.
Por Miguel y Margarita,
los túneles del destino
y sus caricias.
Por los maestros en todas sus categorías
en sus artes y flaquezas
en sus tesoros y sus fronteras.
Por la tinta impresa
y la que está por deslizarse
en la piel desnuda del pensamiento humano.
Por el chocolate amargo,
por las caras nuevas y las entrañables.
Por la adrenalina de los contratiempos
y las arrugas en la frente.
Por los manifiestos de los carros combatientes
de los seres que dibujan mi ciudad.
Por los colores de la inocencia en los globos,
en las cenizas y en las almas
de mis seres amados.
Por el cantar de los ángeles en los camiones
en los mercados, en las escuelas. En el barro.
Gracias por los listones de viento y sal
trayendo lenguas diversas
de uno y otro lado de la Tierra
de uno y otro lugar de la Historia.
Gracias la sabiduría y la humildad de la Luna,
el vals de los mares diciendo "sí" a cada día.
Gracias, Vida por la vida,
gracias por la Gracia.
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