A veces, entre cada zancada
un vestigio de flor nacitura
o un espejo de Cádiz
hablando de azoteas felices
como con dios pero sin él.
A veces entre ellas
la invisibilidad de lo perdurable,
nuestra pequeña parcela de mar
ahogando el tedio
el miedo
la sin razón para estar tristes.
A veces, entre cada zancada,
tu amor de hombre tibio
que pronuncia verbos taxonómicos
primaveras en cartografía
postales de libido esculpidas en cristal.
A veces, mi registro ocular
sobre tus bellas y siniestras cosas.
Y siempre, siempre,
el mismo amor con el que parí
este sueño.
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