Alcanza mi sombra para escribir
que mirlo fui y fui trenzado
por las manos de mi madre.
Y ella lloraba en el hueco
del adiós del semen y su fortaleza
y le cantaba el deseo
pero más que todo amor,
porque nunca regresó
y ella lo sabía.
Alcanza mi mano a decir
que siempre fui miel excesiva
un ámbar para mi madre triste.
Y ella reía con las manos
jamás con la mirada.
Entonces yo me partía en dos
y jugaba a ser mar para irme
y a ser niña para descansarme.
Alcanza mi boca a escribir
el trazo perfecto de la justicia
que esperé que llegara, firme.
Llegó en amor inesperado
en las mágicas sinfonías
de una luz perpetua
al momento de besarse.
Entonces escribí por escribir
y me tomó del hombro la poesía.
lunes, 22 de septiembre de 2014
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