Si mi sonido no gusta
al latido de tu tierra
déjame ir.
Tengo las manos ataviadas
con piedras de río y minas.
Piedras caras, blancas
de insólitos colores,
piedras que me aventarás
si permanezco
llana, impertérrita.
Mi rostro aún es bello.
Mi corazón está habitado
pero escindido
por el compás del viento
la tierra que lo ve caminar
y lo abraza antes que yo,
la mujer que eligió este año
para no sé cuánta vida.
Páramo, me asfixio de ti
estoy dormida y no duermo
el llanto es una memoria
más escrita que táctil
y mi cuerpo se cubre de llagas.
No quiero eso para mi alma.
Páramo, déjame ir
soy tu princesa liberta
la que nunca quisiste.
Ni querrás
como puede ser
que el resto del mundo tampoco.
Páramo, déjame morir de ti
prescindir de ti
de tu bofetada silenciosa
de tu camisa de fuerza.
Quiero vivir,
me deben la vida.
Me debo la vida.
Páramo, la ruta es blanca
más difusa que nunca.
Pero el corazón no ríe
y yo necesito respirar.
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