A las dieciséis formaba un paraje
donde los besos se reunían
con palabras de viento.
A mis dieciséis pintaba el paisaje
donde describí tu cuerpo
sin conocerlo.
Quiero que vengas a mi casa,
que te perfumes con el oído
del gran árbol espiritual
donde pende mi alegría.
Quiero que sueñes en mi cama
con las alforjas de medio abril
y las puertas abiertas
a los campos celestes.
A los treinta y uno te amo
y respiro tus ojos de agua tranquila.
A las treinta y un llamadas de amor
te habré de decir
que fuiste mi hijo y ahora
eres mi entraña
porque un hombre da a luz a su mujer
y la mujer lo lleva en el vientre
en cada orgasmo
en cada plana de amor que le escribe
como ésta,
sacada de la plantilla de mi infancia.
jueves, 25 de septiembre de 2014
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