jueves, 25 de septiembre de 2014

A las dieciséis formaba un paraje
donde los besos se reunían
con palabras de viento.
A mis dieciséis pintaba el paisaje
donde describí tu cuerpo
sin conocerlo.

Quiero que vengas a mi casa,
que te perfumes con el oído
del gran árbol espiritual
donde pende mi alegría.

Quiero que sueñes en mi cama
con las alforjas de medio abril
y las puertas abiertas
a los campos celestes.

A los treinta y uno te amo
y respiro tus ojos de agua tranquila.
A las treinta y un llamadas de amor
te habré de decir
que fuiste mi hijo y ahora
eres mi entraña
porque un hombre da a luz a su mujer
y la mujer lo lleva en el vientre
en cada orgasmo
en cada plana de amor que le escribe

como ésta,
sacada de la plantilla de mi infancia.

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