transmutarlas en flores,
jugo de sol vuelto libélula.
Tras la fuerza draconiana.
Me gusta amarte y decirte que no
cuando es hora de bañarnos
o decirte un sí muy bajito
para cubrirnos las ganas.
Me gusta pensar que un día
la vida nos pondrá
sobre la ruta del azúcar de los mares
que seremos masita para redimir
las grietas del instante diferido
porque tú y yo, amor,
nos guardamos muchas cosas
como niños perdidos
casi para no llorar
cuando estamos lejos.
Me gusta creer en ti
a las doce de la noche
y a las cinco de la tarde.
Me gusta creer que al fin
tendré el cuerpo perfecto
para que me digas
que extrañas mi vientre.
Me gusta mucho conservar la ira
porque así voy a verte
y la paz de tus ojos
porque con ella como
y también me desvisto.
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