Una tarde por la calle de mi casa
sin pelotas
es una tarde que se sube al tren
que pasa a tres cuadras
y en silencio se decolora.
Por eso, cuando no hay pelotas que rebotan
llamo a las nubes para que traigan niños
que juegan a ser ellos
y lo triste del mundo no les importa.
Una tarde por la calle de mi casa
sin barullo
es como vivir en Londres
y qué arrullo.
Por eso, cuando no hay adolescentes estivales
llamo a los rayos de invierno para que los traigan cerca
y enciendan sus canciones de letras inciertas
para que en caso de que en otras partes del mundo
reine el mundo de lo triste y silente
la calle de mi casa sea siempre una improvisada fiesta.
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