La luna enmarca el camposanto
que nunca habrás pisado
porque en el viento
tu faz habrá volado;
Una brizna emparenta la noche
con el frío del naciente invierno;
San Judas Tadeo te sigue guiando
como la estrella en la frente
a la hora de tu nacimiento
-y el de tu madre
que comparte
detrás de este espejo
el amuleto de quien todo lo sabe
por mirar desde Plutón
y a lo lejos-.
Carne-luz, fuego inconmesurado
cenizas dejaste a tu paso
y la lluvia de abril
y la de mayo
fervientes oleajes de virtud y desencanto:
la dualidad en ti era tu nota
orbitar tu sol
era igual a inmolar la piel y el alma
para ver de lejos la victoria.
Dulce-seco, siempre sereno
guardabas la inocencia en tu pañuelo
que sacabas de noche
y en silencio
para enjugar la vibra de los arpegios
de tus músicos y tus libros predilectos
de tus memorias y tus recobecos
donde el Quijote y Clint Eastwood enarbolaban
la virilidad de tu signo confeso.
Veintitrés es el legado
que me entregaste
por tí pienso como insurrecto
credencial para votar
nunca tramitaste
tal vez por eso
yo me limito a viajar tierra adentro
(total que las visas
sirven para un cuerno:
"Conócete a ti mismo"
Sócrates debió sonrojarse
parafraseado por tu reflejo).
Hoy es veintiocho
del décimo mes de esta Era
en el calendario que usamos
los conquistados hijos de Eva
sesenta años después
de tu llegada a la tierra.
Porque sé que detrás del espejo
vives tu mundo a tus horas
he venido hoy a cumplir mi promesa:
celebraré tu cumpleaños
la mano en la vacía copa
la mente llena de tus sarcasmos
que aún extraño
La risa, Miguel
la risa de aquellos buenos años.
martes, 28 de octubre de 2008
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