Eran sus muros
los papeles de un viejo dios
dictando libertad y justicia
para otros tiempos.
Mil setecientos
sus hojas eran cantos monacales
hubo ojos rendidos al silencio.
Sus restos
el piso que ahora piso
la lejana noticia del suplicio
y una historia que comienza
pero no es finita.
Primer encuentro con Toth
más allá del fuego de la poesía
las lanzas, la plaga, las guerras
otra vez el inicio.
Este México arde y enamora.
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