Señorita, permítame hablarle
sobre la inquietud
de los últimos cinco días
en este mundo,
cómo las agujas se revuelven
y nombran por los apellidos maternos
a las mujeres tristes
como usted o como yo
nueve veces
hasta no quedar
rastro de hombre alguno.
Luego, con las cenizas de hombre
pintamos nuestros cabellos,
los mezclamos con ruido
y llanto
y los damos a beber
a ese otro mundo
que está más o menos ahí
donde su dedo señala
mientras envuelve con mudez y cansancio
mi vestido.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario