Te miro. Cierro los ojos
bajo mis párpados,
el zorzal que vuela por mi cadera
la raíz del eco
la dulzura del dátil
otro invierno azul
tallado a imagen del amante viento.
Afuera las cosas siguen
girando, tierra
atrayendo, luna
llamando, mar.
Mis ojos recién se cubrieron
con la gasa
de esta década de mujeres tristes/
generaciones infecundas
me abrazan con su cariño:
un disco sin bocina
una blusa a rayas fiuchas
en la cocina.
Yo sé que sigo siendo
demasiado amor
demasiada inmadurez
demasiada alegría en la piel
para triunfar la acedia;
es sólo que la melancolía
de las caderas
y las penas anchas
no dejan de conmoverme.
Abro los ojos. Estás ahí, sensual como la ola
bailando el rock de nuestros padres.
Encajo las uñas en mis palmas
pido un deseo a los ángeles
entre el tabaco sabatino:
que seas tú y sólo tú
el que me indique cómo hacerle el amor
al amor
el que silencie mi herida con silencio de amor
el que barra mi casa con su cabello amoroso.
Ojos, ojos. Los tuyos siempre.
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