Lagarteras, diez de la mañana.
Te vi y me pareció comprender
que tu mano
se sentía igual a ese lomo reptil
de tierra.
Entre tú y yo
al parecer dos países.
No es cierto.
Aprendí tu lengua para verte,
tejí pañuelos de lentejuelas
y los volví, en medio del desierto, astros.
No llegaste.
Cambié las vías del tren,
cené todos los colores
para soñarte, polícroma.
Hoy te oigo con tu voz de barro.
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