Extraño tus pasos áureos
de nube de otro tiempo
tu peso de agua
tu inteligencia muda
tus ojos abriéndome a la fragilidad
y su perfume.
Te extraño a medianoche
y a las once y a las tres y en la hora veinticinco
tu paso, insisto,
pureza de casi medio siglo
cuando te detienes a escuchar
lo que el mundo ya no puede
porque está sordo.
Extraño la visión divina que me diste
en un solo beso.
Extraño tu mano de marfil
abriéndome la puerta
al paraíso.
A muchos días de llevar la ternura
desde mi sexo,
firma tu mujer del desierto.
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