Abre su paso con los pies desnudos
de leche, de arroz
abraza la incertidumbre de sus hombres.
El desierto es una mujer
que no pide ritual alguno
salvo el silencio que agita
las flores de palma que miran todos
al transitar el viento.
Salvo el silencio que, siendo música
reivindica en sus oídos:
se puede reír aún entre las purpúreas calles.
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