Viene el tiempo de la hoja
que dará silencio
a tus días póstumos.
Viene tu presencia a escucharla
entre maromas de sol luchando
contra la niebla.
Estoy parada sobre tu semilla.
Le hablo al mineral escondido
en el hueso pulverizado de tu oficio
padre.
Aquí están mis hijos de aire.
Escribí uno a uno sus nombres
en cada idea que tuve del desierto.
Los hice habitar en mi casa de agua
donde a diario cantan tu ideología:
el amor es una fuerza viva
que rige el albedrío de dos cuerpos en llamas
y los hace divinos y libres
más allá de contratos y distancias.
Tuya es mi constelación de letras perdidas.
Tuya mi búsqueda del sonido de la luz.
Tuyos mis columpios
mis escondites entre los álamos de la memoria.
Tuyas todas mis sonrisas
y las nuevas arrugas.
Tuyas las horas, hay demasiadas horas.
Tuyo el café que nos tomaríamos juntos
ahora que tengo veintinueve
y comprendo mi raíz
reconociéndote hombre, mortal,
bohemio y gerente.
lunes, 30 de enero de 2012
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