Que sea nuestra adoración a la suprema inteligencia
(la poseedora de universos de letras cantando
la belleza en este otro lado del mundo;
la conocedora única de los pliegos y sus signos
contando otros tiempos
donde persisten la verdad de la gracia y los sentidos)
la que nos vuelva a unir
en un puente de saliva y besos.
Lo que ha reunido el Arte
que la banalidad y el reproche
o la inarmonía de los cantos modernos
no lo degrade nunca.
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