Los pensamientos no se quedan en mí:
vienen y van, a veces son como balas
disparan y abren puertas de ayeres y mañanas
luego se reivindican y se vuelven curitas
y sonrisas de azúcar en la piel dispersadas.
Las calles se visten de azules, de fuegos y naranjas
la lluvia cae morada, los ojos se ven granate
y enmedio de ello estoy yo parada:
una mano extranjera, que habita entre algodones aéreos
me dirá que todo es cierto
si me atrevo a creer en tu mirada.
Los pensamientos no vienen de ningún lado
y sin embargo tienen parada determinada:
ser destructores o redentores de lo que nos importa
gobernar el mundo que vive mañana.
Y a mi francamente no me importa mucho
porque he hecho lo que me ha venido en gana.
Lo que realmente me importa
es ver tus alas en mis pupilas pintadas
hoy podría ser el lienzo de tus coplas voladoras
si tan solo así lo desearas.
No tengo tiempo para creer
que los pensamientos en ti ya no son míos
simplemente porque no creo en él:
Creo tener el mundo en mis manos
(forma parte de un microcosmos por un dios niño inventado
tiene forma de trompo y gira con los corazones bien intencionados
se alimenta de fulgores tuyos involuntarios
y crece cuando ve tu simbología dentro de mí bailando).
Creo tener un anhelo terco
una especie de posdata a mis secretos
y a lo estrambótico de mis espasmos:
quiero escuchar tus pasos por donde respiro
quiero ver bailar tus galaxias en mi espacio.
Mis pensamientos no se van ni se quedan por donde transito
(te lo confío quedito, te lo confío despacio):
ellos están donde tu forma se delínea en este reducto de paraíso
ellos laten donde tu carne
ellos ríen donde tu sangre
donde ellos saben que pueden decir valientemente
que aquel paraíso de tres por tres se venció loco
cuando reparé que te vi vagar donde mis neuronas cordiales.
Cuando la sensación de tu nadar electrónico dentro de este yo galáctico
apareció un día y yo feliz lo acepté.
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