¿A qué sabrá la libertad, después de todo?
¿A una tarde de estío en los brazos del sol amado?
¿A las alas de una mariposa voladora
que lujuriosa envuelve a la flor hasta convertirla suya?
¿A las nubes que corren despacio para los niños
y son ráfagas de algodón para el anciano?
¿A las letras de los libros prohibidos
y las lágrimas de los vivos enterrados?
¿A las piernas libres de yugos, a las manos creadoras
a los vientres inmaculados,
a los vientres con su núcleo lleno de células de un nuevo mundo?
¿A la dignidad de saberse humano
antes que pecador o insensato?
¿A la posibilidad de ser feliz, a pesar de los errores
las faltas, las ausencias
los recuerdos y las tristezas?
¿A la posibilidad de no fenecer
hasta no conocer el amor?
¿A conocer el amor mismo, en todas sus facetas?
¿A decir Te Amo, sin miedo a la indiferencia?
¿A pensar como marciano, jupiteriano
o terrestre, pero con la mente siempre abierta?
Después de todo, ¿a qué sabrá saberse libres
desde el momento en que nacemos
y hasta el día que morimos?
La voluntad de sentirla en la piel
y la valentía de soportar el rechazo y la exclusión
de quien no la conciba,
Hacen la diferencia.
domingo, 17 de agosto de 2008
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