domingo, 17 de agosto de 2008

La Libertad

¿A qué sabrá la libertad, después de todo?

¿A una tarde de estío en los brazos del sol amado?
¿A las alas de una mariposa voladora
que lujuriosa envuelve a la flor hasta convertirla suya?
¿A las nubes que corren despacio para los niños
y son ráfagas de algodón para el anciano?
¿A las letras de los libros prohibidos
y las lágrimas de los vivos enterrados?
¿A las piernas libres de yugos, a las manos creadoras
a los vientres inmaculados,
a los vientres con su núcleo lleno de células de un nuevo mundo?
¿A la dignidad de saberse humano
antes que pecador o insensato?
¿A la posibilidad de ser feliz, a pesar de los errores
las faltas, las ausencias
los recuerdos y las tristezas?
¿A la posibilidad de no fenecer
hasta no conocer el amor?
¿A conocer el amor mismo, en todas sus facetas?

¿A decir Te Amo, sin miedo a la indiferencia?
¿A pensar como marciano, jupiteriano
o terrestre, pero con la mente siempre abierta?

Después de todo, ¿a qué sabrá saberse libres
desde el momento en que nacemos
y hasta el día que morimos?

La voluntad de sentirla en la piel
y la valentía de soportar el rechazo y la exclusión

de quien no la conciba,

Hacen la diferencia.

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