Levántanos, dios, el trayecto
de tu iris hasta el perímetro
de todas las cosas imposibles
dulces, extranjeras
Y acércanos a mi hombre y a mí
al lugar donde surge el deseo
y se anuda piel a piel
con la maravilla del amor
que hijos de tinta y viajes procrea.
Lévantanos, dios, el castigo.
Tómanos enamorados
úngenos y luego únenos
para siempre en el siempre
de los que se aman y viven
atados sin atarse
empapados de leche y jugo de sol
molestos contra la furia de la escisión
y llenitos de fe
ante la posibilidad de las flores.
viernes, 3 de octubre de 2014
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