los mares, mujer, se anidan
en tu pelo de nieve y lima
Clementina, las olas
tu espeso pudor
aligerándose con la brea.
No intentes más el faro,
los galantes naufragios
para socorrer a las ánimas
que habitan los países mudos
lejanos, llenos de sirente amar
sus coplas como batallas
y sus épicas como canciones.
Clementina, las uñas remojadas
en el beso del marino
que en belleza su semen refulge
y su alma vomita el anclaje
qué besos das, mujer avispa
que hinchan la dermis y luego duerme
que agotan los nombres
entre pomadas y paños de agua.
Clementina, las blancas telas
colgadas de pelícanos y mareas.
Clementina el deseo de los que llegan
Clementina la copa guardada
en un silencio de mástil y bandera
que nunca, nunca, igualar podrían
los conquistadores.
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