miércoles, 29 de octubre de 2014

Agua abierta

Clementina, los diques
los mares, mujer, se anidan
en tu pelo de nieve y lima
Clementina, las olas
tu espeso pudor 
aligerándose con la brea. 

No intentes más el faro,
los galantes naufragios
para socorrer a las ánimas

que habitan los países mudos
lejanos, llenos de sirente amar
sus coplas como batallas
y sus épicas como canciones. 

Clementina, las uñas remojadas
en el beso del marino 
que en belleza su semen refulge
y su alma vomita el anclaje

qué besos das, mujer avispa
que hinchan la dermis y luego duerme
que agotan los nombres 
entre pomadas y paños de agua.

Clementina, las blancas telas 
colgadas de pelícanos y mareas. 

Clementina el deseo de los que llegan
Clementina la copa guardada 
en un silencio de mástil y bandera
que nunca, nunca, igualar podrían 

los conquistadores. 

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