martes, 21 de octubre de 2014

Llega la calle
ochenta y cinco
tú tomarías café
yo habitaba las puertas rancias
donde se deposita la infancia.

Y te extrañaba
y sentía tu pulso
metrópoli filmada
pequeña ciudad
en el olvido de tanques de gas
y dos o tres restaurantes
paisajes que olían
a tierra salada en otoño
a chaqueta inflada de grasa
a viento con piano de Elton
diciéndome que me soñabas
aunque dormías

como yo,
la siesta dulce de las cinco
la eterna inocencia de quien tiene niños
y cree que verlos es no crecer
la eterna inocencia de quien jamás fue niña
y supo amar las brasas.

Llega octubre
y me pega tanto la canción
dirían los griegos
que todo es daemon
yo digo que es exceso de mares
de besos epistolares
cuántos
diecisiete a treinta y dos
o quizá todos los años
incluso los de mi ancianidad
si es que llego si es que no me voy contigo.

Por la calle del 2085
donde todos vuelen en egos platinados
y tú y yo vivamos en las mecedoras
que respetaron los señores
de la tercera guerra nuclear.

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