martes, 21 de octubre de 2014

Volaba a tu paso
diosa
la dulce frente del castillo
donde París fue amor
por encontrarse
bajo el dedo de Náusicaa.

Eras cuentas rojas
lágrimas de asbesto
sonámbula de sal hiperbolada.

Tus manos se deshacían
bajo los montes sorprendidos
por las ciudades.

Entonces giraste
como un clavel como una flor
al final de la zapatilla
como la copa volátil
del vestido con que bailabas

Mágica
nunca santa
dolida siempre desesperada
dulce tallada ennoblecida.

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