jueves, 23 de octubre de 2014

Ayotzinapan

Mi niño fresco, mi niño carne
las lamparitas se guardan en tu boca
los animalitos del sur vienen a por ti
para llevarte, llevarte
un pan que nunca muere
una alfombra de noticias lejanas

tus padres cantando primaveras cuando vean tus raíces
tu compañera viviendo décadas por ti
tu compañero edificando maíces buenos
para cuando regreses tú, la bienamada.

Mi niña toda, mi niña jazmín
por qué la vida se hace una mecha, así, cortita
queda como chapulín asustado
cada vez que los hombres de estado
vienen
acechan
magullan
rompen

más asombro me da saber que tú
la niña girasolita
no sabes perder la vida ni siquiera
con estas venas que te sirven para unir el aire.

Extrañamos a sus hijos
platicamos cada noche con sus abuelos,
recordamos que antes de ustedes, cuántos
calentamos la tortilla en el metate del sol
que es nuestro padre

el único que nos ve llorar
haciendo mantas sagradas sin Cristo
revolviendo las balas perdidas hasta hallar
la vena cava que olvide cada rótula desmembrada
cada seso esparcido.

Semillas son
y a la tierra volvieron.
Sacrificio son
y ojalá mis jóvenes te escuchen.

Niño hermoso, morenito mío
qué dignidad la tuya de no gritar
a la hora del hoyo entre tus costillas.

Niña mía, la más valiente,
qué origen te puede dar la Virgen de Orión
si tú ya sabes lo que es el despojo por la sombra.

Los amo, los estuve esperando
como muchos que nunca tuvimos hijos.

Los estuvimos gestando
entre la caída de los muros de Occidente
y la entrada de cada horario de invierno
desde hace veinte años.

Los estuvimos amamantando
con el miedo puesto en cada palabra
abriendo bien los ojos por si nos había sobrado bocas.

Pero no supimos de ustedes
no sabíamos de sus lunas
cuántas lunas, niños, tiene un guerrero sin casco.

Anoche soñé tus sembradíos
eran oro puro
estaban resguardados
por ángeles de la guarda que hablaban
la lengua milenaria de los bosques ocultos.

Y sus flores dormían
y sus vientres terrenales un arco le daban
a la extinta Juana de Arco

y otra vez
el ciclo de la liberación por la vida
otra vez los teólogos emancipados
otra vez Espartaco y 68.

Otra vez la lluvia ácida en nuestras bocas
porque no regresaron.

Y no volverán
y la guerra, cuándo
y la defensa, para dónde
y el éxodo, si acaso, a las estrellas.

Niño mío, pedacito de oro
niña mía, rama de lima.

Ya no sueño con ver sus caras
sino con saber que flotan
como una bandera para nuevas matrias.


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