Es que oyéndote me dan unas ganas
de asistir, como antes, a los servicios religiosos.
De dogmatizar mis dos lóbulos,
ver en la oblea mi llamada a larga distancia
con dios.
De creer que la indulgencia plenaria
sacará a mi sexagenario padre muerto
de mi mente que lo evoca,
triste y meditabundo por su hija loca.
De volver atrás y ser menos incisiva:
lo importante no era saber, sino permanecer,
creo, no sé...
A lo mejor tu dios
-que también fue mío en la infancia-
nos lo descifra o nos borra la memoria
con un padrenuestro.
No me lo tomes a mal, te lo digo en serio.
Me gustaría volver a los servicios religiosos,
tener ahínco para comulgar aún teniendo las rodillas sangrando
como en aquellos días de caídas de bruces
de aquel colegio.
No quebrármela tanto ni adjudicarme castigos innecesarios
como los que me sobrevinieron
desde la primera vez que le cuestioné el desamparo
o la injusticia.
Escuchándote hablar me dieron unas ganas enormes
de asistir, moño blanco, alma inquieta y pura,
a los servicios religiosos...
No debo tener en realidad tantas.
Estoy aquí, escribiéndote estos versos
que jamás leerás.
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1 comentario:
Pasar por el confesionario, sacramento de virtud culposa (a mi entender), pero cuya terapéutica nunca entenderán los protestantes. Versos de revisión, hacia ese otro presente pero ignorante. podría dar lugar a un cuento. Besos.
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