Canción de arena para mecer adversidades
fosilizadas en un rostro múltiple,
lleno de historias:
La marea va,
el calor de fuego perenne viene.
El tremor del tiempo acontece,
la distancia su propia cauda devora.
Es el aire lo que trae cantos y voces.
Insufla vida y recrea temores
y lo mismo se acurruca en la impermanencia de las cosas.
Ahora que todo viaja y está por despegar
no llores más, niño,
no llores más.
Que los dioses jónicos atraviesan la luz y la sombra
y los budas de la casa de tu abuela
un guiño de esperanza cuando duermas
te darán.
Arru-rú, duerme ya,
que los dioses todos
su copa en tu nombre alzarán.
Canción de arena para adorar
la impermanencia de las canciones:
Porque eres finito en el aliento universal,
grábate este canto
y luego tíralo al mar
al mar
al mar
al infinito, estrellado mar.
Que lo atrapen los labios azules de la playa,
deja que se ocupe ella de cantar.
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