Como un guijarro lanzado
en la playa por un niño,
cambiando el universo entero.
Así somos las personas comunes.
Si eres un ser pequeño, común,
mortal,
vuélvete un guijarro.
No hay mucho qué pensar.
El mundo necesita cositas pequeñas.
Por cositas se realiza el cambio.
Yoko Ono, me asombra tu capacidad
para hilvanar estas fórmulas
tan mediocremente new age.
O dime cómo calificar esto
sin que deje yo de pensar
en tu penthouse en Manhattan
-los bed in for peace llenaron bien
el hoyo de la bala de John, ¿cierto?-
con sus cristales y sus pisos vacíos
y todas tus obras de arte
tan lejanas del mundo.
O en todas las cosas que has hecho
sin pensar en el guijarro que fuiste.
No te imagino regalando tus regalías,
subastando tus piezas
-dientes, esculturas, pinturas,
joyas, pieles-
en Sotheby's
para salvar a tus hermanos nipones
del destino que les espera.
No te creo guijarro pequeño
reconstruyendo el país que dejaste de niña
sólo por amor al prójimo.
Yoko, no te sientas culpable
-ya sé que no te sientes culpable-.
No eres tú la que está mal en todo esto.
Es tan difícil decir y hacer
que hasta dios mismo
tan pronto creó la Tierra
se quedó mudo.
Un guijarro pequeño, una sonrisa...
A mí también me gusta pensar
en el efecto mariposa
como creador de lugares maravillosos.
Pero, sabes, estoy presenciando la caída
de uno de los paradigmas más sólidos
del XX y XXI:
pensé que primero me iría yo
antes que Japón completo...
Como un guijarro lanzado
cual muerto sin alternativa,
cambiando el universo entero.
Así somos las personas comunes, Yoko.
martes, 12 de abril de 2011
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