A veces la brevedad de la metáfora me enciende una rabia y un hambre voraz, capaz de tragarse todas las palabras del mundo,
Que me lo trago,
quedando ahíta,
inmunda poeta
que nadando entre ellas
pretende hallar palabras buenas.
Hay instantes que me abruman. Fragmentos de mí que deseo borrar, trozarme la lengua en veinte y limpiar el registro de mi voz con ellas.
No puedo.
Me hundo más y más
en la arena de los verbos
que callo, reinterpreto, mastico.
Y me saben a vacío,
a un imponderable hueco
llenable únicamente
con una palabra pura.
En la insondable pureza del cristal fonético, me pierdo y me echo a dormir.
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