Sábado 15:50
sobre el aéreo mar
los espesos edificios
hablándome de la ciudad
núbea grisácea
guante industrial de Dios
para acercarse a sus hijos.
Hay un sonido de páramo
que no se despercude de las ropas
hay un absurdo pintado
en las paredes de los que silenciamos
por ser demasiado amantes.
Sábado 15:50
el tiempo no se detiene
tampoco es un carrusel
ni el trompo que llevo en la bolsa
esperando si algún día
otra vez, por fin
la llegada de su savia.
Sábado 15:50
compré dos cuadernos pautados
y están en blanco.
Hoy traigo la sinfonía de la luz silente
cayéndoseme de los pechos.
Compré diez pliegos de papel cebolla
nada más porque no consigo doblar
la niña y sus lágrimas.
El dibujo habrá de esperar
la sombra es lo que impera
y ni siquiera sabe guarecer del calor.
Sábado 15:50
es que hay algo mejor
que sentarse a ver las golondrinas
en su lenguaje aéreo
mudo viento, respetaste sus signos
y no comprendo por qué
hoy
no atiendes los míos.
Ya viene la autonomía del espejo
ya se acerca la completud de la nada
ya, la quietud de las rocas
tan sabias, tan llenas de sí
de Dios de la gente que ha amado.
Eso, una roca.
Quizá por eso me quedé dormida.
sábado, 22 de junio de 2013
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