Cuando estuve enamorada
crecí flores mientras veía nacer
poemas de amor callados
y los árboles del silencio maté
para engendrar nuevos frutos
de saliva y coro de mieles de sol.
Creí en un sueño malva,
tejí colores de bruma y sudor
para mi príncipe de heno y cielo
y los edificios nanas me cantaron
pues cuando estuve enamorada
esperaba su retorno desde ultracielo
para justificar con danzas de aire
la existencia de mi octogenaria vida.
Aprendí a hablar a través del viento.
En las noches capté los mensajes
de la inteligencia que subyugó a la mía.
Los escribí con hilo invisible
en la piel enamorada de mis casi treinta.
Cuando estuve enamorada
canté las elegías de una primavera
sutilmente escondida en la eternidad.
Transcribí los colores que me habitaban
en los ojos de cielo que me vieron con ternura.
Perdí el pudor ante la cursilería.
Me abandoné al fuego que abrasó mi corazón.
Olvidé los imposibles,
me peiné con agua magenta los cabellos
vestí mi cuerpo con sus caricias...
Y escribí esto, para recordarlo
cuando fuera frágiles huesos
y el recuerdo de un gran amor
sostuviera la carne
que ardió en magma por ese hombre
de turgencia transparente e ígnea
cuando estuve enamorada.
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