miércoles, 1 de octubre de 2014

La piel del monte en zarza
su inescrutable caricia
al borde de oxígeno y caléndula.

La piel morada volviendo al rojo
casa de historia
para la luz que todo lo aguanta.

La piel de gotas, traslúcida
por donde caminan las llagas
y sucumbe la maldad en el perfume
de la mujer enamorada.

La piel de lisonjas húmedas
allanando la casa con la saliva
de dos cuerpos que se cosen
para ser pieles en llamas.

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