con los párpados secos e hinchados
con las 16:30 en el pulso
y los treinta como un trapo
frente al tocador.
Este poema así empieza
como seguramente comienza
la poesía
entre las mujeres solas
o las deshinibidas
o las intranquilas que muy por dentro
se quedaron amando.
Este poema camina
con las canciones torpes de los veinte
y una lavandería
proyectando amor.
En eso no quedamos, destino
grita la cuarta estrofa
correspondiente a los primeros treinta
las manos secas
el cuerpo dolorido
un estómago como fruto podrido
inmolado a los perros.
Este poema sufre
y se inquieta:
adónde el consuelo, el botón
para confundir al pasado
la aguja que ha de enhebrar el futuro
Él era mi carne y mi raíz
después, todos, la cascada de espinas
amansándome el alma.
Este poema termina con una escoba
como cada sábado
o lunes, o viernes
con la esquina destinada a la cuna
llena de libros
y el arte del silencio cada día
más desarrollado.
Este poema termina
en el río de las voces femeninas
hermanadas en el olvido.
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