Quién te mira, quién te oye.
Rodeado estás de espejos enmohecidos.
Mira la luz en ellos
hay un desierto que algo fue.
Estos muros cubiertos de sábanas
preguntan dónde quedó su blancura.
Tómalos, cúbrete el rostro.
Nadie te ha sentido llorar
y eso es bueno para la tarde.
Un ave muda sobrevolará tu puerta.
Intentará reconstruir para ti su nombre.
Luego,
Probablemente el aire sabrá a cieno
el aire donde no quepan más
los dibujos de los ríos
y sus reflejos serán polícromas versiones
de cada palabra amante
de tarde y danza, amante de fe
Quien te mira, quien te oye...
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