Vestido, trono, cetro, corona,
manos de ave,
besos de viento.
Todo fue yang.
Y fue mío,
mío, el reino.
Pido al Cosmos mil minutos de placer
antes de activar
-una vez más, estoica reina-
el paracaídas holofrástico
con el dedo de la realidad.
lunes, 12 de octubre de 2009
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