Virgen del Centurión de Orión,
anteayer tu gemela, Lucía,
hicieron que comprendiera
la magia de la enunciativa de Jung
junto a un maestro que llora Yin
y es algo más que completud
y virginidad:
Puedo confesarte,
quiero confesarte,
que he pactado leer el solfeo del viento galáctico
practicar la dualidad en mis piernas
sentir el agua de tus dos gemas
-no te conozco, pero imagino que tienes ojos
porque tienes alma-
como la promesa del regalo oculto
enmedio de la adversidad.
Y si tiembla,
llévame desnuda entre tus faldas.
Todo es susceptible de ser olvidado
menos tu camino sideral.
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