Es extraño el juego,
juguémoslo, juzguémoslo:
Yo miro al cielo;
luego tú te enredas en mi pelo
y en mi memoria llena de la tentativa de sexo
para después pisarle la cola al dragón
y de una bocanada,
tu nombre y el mío esfumar.
Y así hasta olvidarnos del abismo resultante
entre la espiración de nuestro capítulo de líquen.
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