Al caer la noche
repito mi oración.
Al levantarse el sol
repito mi oración:
Que seas siempre
el fuego que me aparte
de mis miedos
la lengua que escinda
de mi alma la tristeza mundana
los besos encontrándome
a la entrada de nuestro paraíso
Cae la noche.
Pongo sobre mi cama tus ojos
esos pequeños mares
donde purifico mi alma.
Llegará otra vez la mañana.
Abriré la boca
para recibir de ti
el himno azul con que redimes
este universo.
Al caer la noche
al levantarse el sol
están tus manos sobre mis caderas
y tu cuerpo hablando con mi alma
sobre las maneras inexactas
en que me abarcas.
Yo sólo comprendo
que hay mil maneras
de rezar
pero nada más una
de pronunciar la oración.
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