Cuando tiendo la cama
a esta hora
con esta mansa red de nubes
imagino que pueblo tu rostro
y que tú a cambio
iluminas mi nombre empezando por mi cuerpo.
Y siento entonces que nada se ha ido
que las horas de saliva y oro
siguen tibias en los pliegues
de nuestras caras
en mis cabellos que tanto amas enmarañar
y en tus ojos que amo dulcemente.
Y creo que cubro tu piel con besos de mariposas
a esta hora del domingo
cuando la flor de agosto florece.
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