Es tiempo de las aguas blancas
de guardar el sándalo
entre los pliegues del corazón
visibles frente a frente
cuando los amantes.
Es hora de soñarte desnudo
sempiterno,
cayendo como sombra de árbol rojo
en la esquina del silencio.
Te esperé cientoveintinueve
quinientas
dos mil diez noches
desnuda, con la palabra mujer
debajo de mi lengua
y no llegaste.
martes, 25 de septiembre de 2012
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