Que no me gane la rodilla
la acedia
ni el vértigo se apodere
de mis últimos tres meses
antes de los treinta años.
Que no caiga la lluvia
sobre mi sombrero de red
ni ensucie mi carnet de baile
la ausencia de periodos largos de amor
a pesar de que yo no lo quiera.
Que no sean enmarcadas
las líneas del otoño
con las canciones de mis veinte;
que tampoco las olvide
pero que ellas no me recuerden
cuando era de otro nombre.
Que no nada, ni piso ni cielo
ni alfombra, ni esqueleto en llamas
ni danza fortuita
ni venganza ni soledad
ni tarjeta postal enviada a mí misma:
"Te amo, te extraño,
espero verte mañana".
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