Vimos la luna aparecer
montada en la silla regia,
su cuerpo húmedo y plateado
como tu pelo escurriéndome sal
pues a mi luna ya tenías montada.
Entonces los pétalos del norte
brotaron como peces en nuevo Mar.
Entonces la lluvia de tus besos
anunciando un diluvio para mi vientre.
Nos asumimos como seres felices
y sumidos el uno en el otro
llamamos a Dios
pero él ya estaba en la habitación
abrazándonos con una llama
de amor que humedece al suelo.
Vimos la luna en nuestros cuerpos:
no dimos un nombre ni nos preguntamos
si serían felices los solitarios marinos.
Nos abrimos al mundo
y julio renació entre la risa.
domingo, 3 de agosto de 2014
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