Al beso de almíbar
emergiendo entre los muros del silencio
A un olor de flores antiguas
danzándole al corazón el aire puro
A la unión de manos indecisas
sembrando jardines en tierras calientes
A las horas irrepetibles
escribiéndose en la máquina de los oídos.
A los ojos de tigre
purificando la rigidez de mi páramo
A la nube de sexo y deseo
como vianda entre la boca y las manos
los muslos y el sueño
Les digo:
Yo tengo piel para nombrar
la sal y el dulce.
Yo tuve ojos para atestiguar
el tren que emancipa los sentidos.
Yo tendré un espíritu
que es memoria y es templo y es sacro fuego
donde se guarda el milagro
de ser mujer un instante en la Tierra.
Yo mantendré todos los argumentos
en mis cabellos
para atacar a los signos
cuando más tarde me digan que todo
absolutamente todo
lo he dormido.
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