Me rehúso a ser tu piel fantasma.
A mojarme las pestañas
en las puertas del verano.
A poetizar ese ayer de horas
pudiendo creer en el destino.
Sólamente por eso,
por el simple acto de rebelarme
ante tu sexo lejano,
viajando en un estallido de mi alcoba
limpia, demasiado serena,
despertaré mi carne;
de un soplo único
expulsaré mi propia palabra amor
que refugio entre la roja seda,
y mi guarida alumbraré
de flores que ríen en las noches,
Para que tú puedas dar conmigo,
pirita encendida.
Para que tu barco surque
la marea de mi seno,
tigre de luz.
Para nunca perder yo la fe
de que volverá mi faro
a bailar contigo.
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