Oh reina florida
deja de ver de frente al rey sol
pues sus mirlos no serán para ti
y tu mirada humilla
la línea malva de Celeste.
No será Aeolus ni Eros
los que vendrán por ti
para caminar sobre la promesa dorada:
no habrá promesa para tu piel alejada
del signo dulce e irrepetible
contenido en el beso de tu dios.
Vuélvete con tus flores
y tu seno en la alborada
a perfumar las hojas mudas de tus mañanas
y tus tardes y tus noches
pues ellas serán la cama
donde repose
tu lealtad de pequeña vasalla.
Sea pues, los ojos de tu dios,
los que te olviden en la mitad del viento
y de los horizontes todos.
Yo te bendigo con la paz de mi verdad
que ahora tanto te cala
y por la luz de la luna
que arrullará tu cara
por los siglos de tu silo.
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