Una necesidad abrupta
a la gruta
de eructar lo marchito,
sacarse el jugo podrido,
la hiel de todas las primaveras
sin la piel desnuda.
Una necesidad abrupta
de la gruta
de gritar los sonidos
incapaces de ser guarecidos
dentro de una enjuta boca
que olvidó soñar.
Una necesidad abrupta
de esta gruta,
la mía,
la que no viste
no pariste
nunca hablaste
ni despertaste.
Un roce oscuro en el fruto carnoso
del secreto
a las doce del mediodía.
Y yo bailando
como una fotografía
en blanco y negro.
sábado, 4 de junio de 2011
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