La vista nublada al cielo,
mi niño,
Monterrey vestida de yugo y sal
frente al hotel
transformado en el último paraíso.
No podrás llegar
no volverás.
(cuando dos amantes
no pueden estar juntos
ocurre el silencio).
Domingo, como tu padre,
azul, como tus ojos.
Jueves once, madrugada
ambos dijimos absurdos
era el sueño o la antesala
a la despedida
(y ese cerro sin ti
era mi cuerpo lejano
de tu amor).
Qué magras son las horas
qué dentado, el camino
para llegar a la muerte
y volverte a ver
desnuda de mi consciencia
no impelida por las formas
libre para recibirte libre
con la ternura, nuestra hija,
con mi alma llena de amor por ti
tantos eones.
La vista nublada al cielo,
hoy ya no sé si quiero llamarme por mi antiguo nombre
o si prefiero guardarme entre los pliegues de tu rostro
para soñarte, soñarme
que una vez fui amor y fue en tus manos.
Para C.
Por darme la justificación del resto de mis días.
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